Diciembre me sabe a canela y cardamomo y no por cualquier causa. Durante estas fechas espero con ilusión un paquete que huele a especias y sabe a tradición, al sabor de esos pequeños detalles que ante lo incierto de la vida uno se empeña en mantener como símbolo inconsciente del temor a la pérdida, a la impermanencia.
Como cada año desde hace ya unos tantos, el paquete ha de llegar desde una pequeña cocina de un pequeño rincón de Suecia. Las galletas especiadas presentes en cada hogar sueco pueden comprarse desde hace años en muchas tiendas pero nunca saben igual que las que han sido amasadas con un pensamiento dedicado, de una generación a otra.
La artífice de estas pequeñas obras de arte, mi abuela, es una de esas personas cuya vida ha estado marcada vez tras vez por el recordatorio de que todo puede cambiar en un segundo. Tal vez por eso siente una necesidad enternecedora de mantener costumbres y tradiciones que ilusionan a la mente con una realidad soñada, la de que uno puede detener esa máxima.
Es tal su compromiso con la causa que es imposible no rendirse ante su constancia y sentirse contagiado.
Mientras huelo a distancia el aroma irresistible de los «mormors pepparkakor», evito seguir la norma a pies juntillas y pongo las manos en la masa para crear otros corazones y roscas con algunos ingredientes que se replican y otros que se incorporan como novedad, con el mismo cariño, sí, pero con sello distinto, donde el norte, Suecia se mezcla con el sur, España, como en mi.
Y así, casi sin pretenderlo comienza una nueva sesión de «reposterapia», un pequeño cuento deliciosamente dulce… , de esos que me gusta contarme, y contar a través de un susurro escondido entre los ingredientes que darán forma a ese dulce @deliciosamenterural que hoy hace camino con pasos ficticios ahora en un bosque de abedules entre brumas, ahora sobre terreno pedregoso bajo la luz de un cielo inmenso…
Y entre realidad y ficción… sigo caminando con la imaginación…
A resguardo del aire gélido de tierras vikingas, en una cabaña imaginada donde la luz de las velas ilumina con calidez el espacio, evoco la imagen de mi madre, como una inspiración…
Sobre una plataforma de madera cubierta por una capa fina de harina, mis manos comienzan a dar forma a la «arcilla», a la masa dulce compactada que no es otra que una mezcla de sabores y texturas que saben a encuentro.
De repente, un halo de luz del sol atraviesa la tela de lino de la puerta. Como si de una señal se tratara, dirijo mis pasos hacia fuera para asomarme más allá del refugio. Para mi sorpresa, no es nieve ni oscuridad lo que hay más allá sino una tierra árida y fuerte rodeada de montañas donde el astro rey desnuda cada surco. No es tiempo todavía pero algunos almendros quieren florecer para la ocasión. Esa belleza efímera que habla de ellos, mis padres…
Cojo una de estas flores, y entro de nuevo en la cabaña que huele a pino, a roble, a canela, a clavo y a cardamomo pero también a almendra, a naranja, a uvas pasas y a vino dulce.
Y en esa mezcla envolvente de aromas, texturas y sabores que llegan a través de ella, mi madre… y a través de él, mi padre… El círculo de la vida, y el amor se encuentran…
RECETA DE ROSCOS Y CORAZONES (Vegana)
- 500 g de harina de espelta integral
- 1/2 cucharadita de canela molida
- Una pizca de cardamomo molido
- Una pizca de clavo molido
- 1 1/2 cucharadita de levadura en polvo
- 150 g de azúcar panela molida
- 90 g de almendras picada
- 130 ml de vino dulce de uva Moscatel
- 130 ml de AOVE
- 2 cucharadas de zumo de naranja recién exprimida
- 1 naranja (ralladura)
- Tamizar la harina y tostarla.
- Mezclar todos los ingredientes secos.
- Mezclar todos los ingredientes líquidos.
- Amasar y dejar reposar aproximadamente una hora.
- Sobre papel de horno extender la masa (1 cm de grosor).
- Con moldes de galleta hacer formas de corazón y roscas.
- Introducir en el horno precalentado (180ºC) unos 15-20 minutos.
- Una vez fríos si quieres puedes espolvorear un poquito del azúcar panela molida.
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