Admito que con el paso de los años observo con más atención mi rostro.
¿Y tú?
Te redescubres cada día detrás de la mascarilla… Los ojos, alumnos aventajados, consiguen mantenerse asomados todo el día. Las miradas toman más protagonismo, mientras esa otra mitad aguarda su momento de respiro.
Hora del respiro… Arriba el telón. Dejamos a un lado la mascarilla…
Los surcos en la piel van haciéndose hueco. Las llaman arrugas. El paso del tiempo deja huella… Dos pequeñas líneas paralelas en el ceño, guardan momentos de tristeza (un acto reflejo cuando hay lágrimas…) pero también advierto largos surcos junto a la comisura de los labios fruto de muchas risas y sonrisas. Asoman igual esas famosas patas de gallo… ¡vaya nombre! ¿Y si lo cambiamos?… ¿Qué tal abanicos chinos? ¡Glupps! ¡Se aceptan propuestas!
Hay entrenamiento casi gimnástico para controlar el movimiento de los músculos de la cara tratando de retardar lo que llegará. No suena descabellado si está lejos de ese peregrino intento de evitar totalmente la expresión espontánea que habla por nosotros. ¡Cuánto perdemos del otro si se produce este empeño! (Dicen que más del 60% de la comunicación es no verbal).
Sigo mirando…Veo manchas… Qué curioso, la palabra misma tiene una connotación negativa. ¿Es una mancha siempre un efecto indeseable? Hay quien mancha con café un lienzo para pintar… Las manchas de “café” de mi cara, me recuerdan a otros antes de mí… “¿Y tú de quién eres?…”
Proteger “a flor de piel”, sí… Acariciar y masajear con atención esta parte de nuestro cuerpo que estos días queda muchas horas en la retaguardia. Suavizar lo inevitable. De fuera a dentro, de dentro a fuera…
Mientras… Seguimos aprendiendo los sutiles matices del camino de la aceptación…más allá de la piel…
Leía hace unos días… “Acompaña, con plena conciencia la lenta decadencia de lo que amas, te conmueve y te hace vibrar…”
Reflexiono sobre esto al contemplar durante unos segundos cada día la rama del almendro en flor y los pétalos caídos que me acompañan en casa desde una tacita con agua en un intento de prolongar su frescura a sabiendas de que tarde o temprano dará paso, a una despedida.
Miro las flores, sin brío… Miro sus restos…
Me produce ternura… Sigue habiendo belleza…
Donde hubo siempre queda…
………..
Cuando una cosa te lleva a otra, sin darte cuenta…
Una nueva sesión de «reposterapia»…
Una base tan quebradiza como nutritiva, “con manchas” de sabor intenso.
Y en el fondo… Una textura gustosa a la que vuelves…
- 130 g alubias rojas adzuki cocidas
- 1 ½ dl avellanas tostadas (conviértelas en mantequilla)
- 2 C azúcar panela
- 2 C cacao en polvo desengrasado
- Unas gotas de esencia de vainilla
Hornear a 175ºC aprox. 20 min. cubiertas con papel de hornear.
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