El minimalismo…la tendencia a reducir a lo esencial, a despojar de elementos sobrantes…la concepción de simplificar todo a lo mínimo.
Qué sugerente…
Se nos invita a consumir constantemente, en un impulso la más de las veces irracional. Hay objetos para toda ocasión, para cada actividad o “sub-tarea”, para el ocio y para la contemplación. Los hay prácticos sin atención alguna en la estética, los hay bellos sin ánimo de ser útiles, los hay absurdos y/o feos. Los hay para todos los gustos y colores. Los hay en abundancia, demasiada.
Si de simplificar hablamos podríamos preguntarnos… ¿Puedo hacer lo mismo con menos? ¿Es posible dar diferentes usos a un objeto? ¿Tiene sentido guardar en cajones multitud de cosas por si se presenta la ocasión? Tal vez tarde demasiado en llegar y para entonces quizá no recordamos que la cosa sigue ahí, o ha pasado tanto tiempo que nos resulta descontextualizada.
Cada vez me gustan más los objetos multifunción. Aquellos a los que puedes dar diferentes usos, evidentes o inventados.
Te propongo una actividad divertida. Elije un objeto de tu cocina, cualquiera. Apártalo y por tu atención en él los siguientes días imaginando otros usos distintos al propio. Tal vez puedas compartir la idea con alguien más en la familia. Deja un papel en blanco junto a él y escribe o dibuja esos otros usos que imaginas. ¡El resultado puede ser sorprendente!
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