Siempre me fascinó el mundo del té y los rituales que lo acompañan, esa forma de llevar a cabo una acción sencilla con tanto respeto y sensibilidad.
Una ceremonia del té, más o menos protocolaria, es un acto consciente de hacer una pausa, un momento para estar en el aquí y ahora, para la humildad, la reflexión serena y la conexión con la esencia de las cosas, un momento para recordar que todo es pasajero…
¿Compartimos un té?
“No te apresures, no te inquietes, estás aquí para una breve visita así que asegúrate de hacer una pausa y oler las flores” Anónimo
“En la tristeza o en la alegría, las flores son nuestras amigas constantes. Comemos, bebemos, cantamos, bailamos y cortejamos con ellas. Nos casamos y nos bautizamos entre flores. No nos atrevemos a morir sin ellas. Hemos adorado con el lirio, meditado con el loto, hemos atacado en arreos de batalla con el crisantemo y la rosa. Hasta hemos intentado hablar el lenguaje de las flores. ¿Cómo podríamos vivir sin ellas? Asusta concebir un mundo privado de su presencia…Su serena ternura restaura nuestra declinante confianza en el universo”
Okakura Kakuzô “El libro del té”
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