Ayer fue el día de los “våfflor” en Suecia. Los “våfflor” son una clase de gofre muy finito y crujiente que suele servirse con mermelada de frambuesas o fresas y nata. Hay pocas casas en Suecia que no tengan una “gofrera” nórdica o “våffel järn”. La mía, desapareció sin misterio en uno de esos cambios…
Hoy la eché de menos pero busqué un posible sustituto para la ocasión. Al fondo de uno de los armarios de la cocina, esperaba pacientemente su momento estrella una sandwichera, después de una larga temporada tras la sombra.
Aunque la textura no llega a ser igual, acepto “pulpo como animal de compañía».
Preparar estos våfflor me tranportó en el tiempo y en el espacio…
Uno de tantos veranos en Suecia… Tocamos a la puerta de “Tante Salan” (la tía Salan). “Fabror Kalle” (tío Kalle) ya no está. Su compañero de vida, el viejo marinero de carcajada divertida y tatuajes móviles (se movían al juego del ritmo de su sacar músculo”), descansa ya en ese sueño que nos espera a todos…
Huele a café… Mi madre, mi hermano y yo entramos en la casa de esta amable abuelita (así la vemos) entrada años a la que visitamos siempre en nuestras visitas al país. Es la hermana de mi bisabuelo Ernst (de él tal vez os hable un día…). Una de los 11 hermanos, que crecieron en el bosque, con muy poquitas cosas…, tan “sólo” la envolvente, inspiradora, mágica, temible, pacífica… naturaleza… Más cosas supe de ella como mujer adulta, pero en aquel momento, quien encuentra a Tante Salan es una niña, (con todo un mundo por descubrir, y mucho que aprender…) acompañada de su madre y su hermano pequeño.
Los våfflor de Tante Salan son una delicatessen (palabra que para entonces no significaba nada para mi) . La mesa está puesta con todo detalle. Una pequeña jarrita de cristal con flores silvestres del recién estrenado verano, adorna el centro. Hay mantel bordado y tazas de esas que duran toda la vida. A Salan ya le cuesta andar, pero no se queja. Sonríe. Creo que se siente feliz de que estemos allí. Mamá y ella hablan. Juanpe y yo nos miramos… Tal vez nos aburrimos… (soy incapaz de recordar este detalle… Sólo me queda buen sabor de boca…). Observo las manos de Salan. Sus dedos están torcidos. ¿Le dolerá?
La masa ya está lista. Introduce el cazo en el recipiente y deja caer con suavidad una ración, sobre el “våffel järn”. La caja mágica se cierra… Y en apenas unos minutos, los cuatro pétalos de la “flor de våffel “ están listos (si veis una foto, entenderéis por qué hablo de pétalos y flores). ¡Cómo huele! Mamá sirve nuestra porción con un poquito de mermelada de frambuesa hecha en casa y la nata batida a punto de nube…
La combinación es imposible de olvidar… Crujiente, calor y frío, dulce y salado…
Los ojillos de Salan, no están apagados…Tienen chispas…
Tante Salan se fue sin dejar aquella receta mágica, pero el recuerdo de aquellos bocados quedaron para siempre.
Tal vez os apetezca probar alguna de las propuestas que hoy pueden encontrarse en la red para este dulce algo festivo. Hay muchos, incluso algunas variaciones, como la que os propongo hoy. Admito que la sandwichera no logró el crujiente (más cerca de una tortita esponjosa) pero me gustó el sabor, y el color…
En su recuerdo, en el recuerdo de mamá…, una opción vegana y mi versión para el día después, con la inspiración de Amy Chaplin.
VAFFLES VEGANOS SIN GLUTEN (Amy Chaplin) – (8 piezas)
- 300 ml leche almendra
- 2 1/2 C semillas de lino molidas
- 45 g almendra molida
- 85 g harina de avena sin gluten (muele los copos)
- 65 g harina de trigo sarraceno
- 30 g harina de arroz (moreno, si tienes al alcance)
- 1 C levadura
- 120 ml de plátano batido o 105 g de calabacín batido
- 60 ml aceite de coco (puedes sustituirlo por AOVE)
- 1 C vinagre de manzana
- un poquito de extracto de vainilla (opcional)
En esta receta el huevo lo sustituimos por la mezcla de la leche de almendras con las semillas de lino molidas. Bate bien y deja que repose al menos unos 10 minutos.
Los ingredientes secos mejor tamizarlos para que quede una mezcla de harinas fina.
Una vez haya reposado, vuelve a batir el sustituto del huevo (lino+leche de almendra) y añade los plátanos o el calabacín batido, el aceite, el vinagre y la vainilla.
Incorpora a los ingredientes secos y mezcla con «xeito», con cuidado, con movimientos lentos…
¡Ya lo tienes!
MI VERSIÓN PARA HOY
- 80 g avena sin gluten molida
- 40 g harina de trigo sarraceno
- ¼ c levadura
- 1 huevo
- 60 ml leche de almendra
- 60 ml zumo de naranja recién exprimido
- 30 ml AOVE
- 1 c te matcha en polvo
- 1 c cardamomo
Mezclar los ingredientes secos y tamizar.
Batir la leche el zumo y la yema de huevo y añadir.
Batir a punto de nieve la clara e incorporar con cuidado para permitir que la masa mantenga algo de aire.
Servir calientes con yogur cremoso y mermelada de fresa y chía (sin azúcar).
Estos días en los que las imágenes de personas mayores y fágiles ajenas a nosotros nos asaltan, pienso de manera especial en aquellas que pasaron por mi vida cuando eso de la vejez, en nuestra infancia y juventud percibidas casi como eternas, parecía que nos quedaba lejos, que no tenía nada que ver con nosotros. Y pienso en mi madre… Y en aquellas visitas a sus tías, Salan, Sara, Stina…, a otros… conocidos, y desconocidos… y a nosotros de «consortes», no siempre tan divertidos (pero hoy agradecidos)… No recuerdo un discurso suyo haciéndonos entender su valor, su fragilidad, su necesidad…, (aunque probablemente hubo más de un comentario al respecto) Mamá tenía un gran don… de ejemplo. Hacía lo que creía que debía, lo que sentía, desde el corazón… Esa fue la gran lección de su vida, sin pretenderlo.
Deja un comentario